RAFAEL MOLINA MORILLO.
El famoso acertijo de
quién fue primero, si la gallina o el huevo, está ya gastado y regastado de
tanto usarse. Pero en su lugar han aparecido nuevas expresiones tan difíciles
de responder como la del huevo y la ponedora.
Por ejemplo: ¿qué fue
primero, la corrupción o la impunidad?
El corrupto, cuando
sabe de antemano que para él no habrá castigo, va “de robo”. Y la falta de
sanciones, por otra parte, es el mejor estímulo para incurrir en cualquier tipo
de acción indecorosa.
Quien no entienda lo
dicho más arriba, seguramente no vive en la República Dominicana, templo de la
impunidad y universidad de la corrupción.
Estas dos hermanitas
queridas –impunidad y corrupción- se protegen recíprocamente en sus descarados
paseos por todos los escenarios sociales, especialmente en el terreno de la
política.
Como lobos disfrazados
de ovejas, sus cultores se mueven subrepticiamente entre los ingenuos
ciudadanos que todavía creen que algún día descubrirán el misterio de qué fue
primero, si la gallina y la corrupción, o el huevo y la impunidad. ¡Qué
revoltillo!
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