El Presidente lo probó
con el caso Percival.
El primero que tiene
que haber aprendido la lección es el presidente de la República. La Policía
puede hacer más de lo que hace o cree puede hacer.
La banda de Percival es
un periódico de ayer.
Después de miles de
escarceos, rumores y perversidades, en dos o tres días fue sacada de
circulación sin hacer nada extraordinario que no fuera el intercambio de
disparos con muerto de un solo lado.
El segundo que tiene
que haber aprendido la lección es el director de la institución, que debe dejar
a sus oficiales hacer el trabajo y no confiar en que los Derechos Humanos van a
facilitárselo.
El interrogatorio
revela que las autoridades fueron descuidadas, permisivas y sobre todo
displicentes, y que los asaltantes se desplazaban delante de sus ojos como
turistas de la zona colonial.
Muchas cosas no
cuadran, ni van a cuadrar, pues en asuntos de policías o de fiscales ninguna
narración es perfecta. No hay crimen perfecto, y tampoco investigación
perfecta.
El presidente de la
República, sin embargo, sabe lo más importante: si muestra fastidio, mal humor
y da ultimátum, la Policía corre un poco más y alcanza a los maleantes.
Como anoche, diría el
Torito.
DE BUENA TINTA
FUENTE DIARIO LIBRE
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