En las efemérides de HOY, 6 de febrero de 2008, leo que se conmemoraba un aniversario
más de que una estudiante negra rompía la barrera racial en la universidad de
Alabama, hecho ocurrido en 1956. Eso me recordó
una vainita de la cual olvidé la fecha. Eso sí, era domingo en la tarde. El dictador Rafael L. Trujillo se
encontraba en su palco del hipódromo Perla Antillana, cuando se le acercó el
canciller Porfirio Herrera Báez y le informó que el presidente Dwight D.
Eisenhower había ordenado que el Regimiento 105 de Paracaidistas se trasladara
a Little Rock para garantizar la integración racial en las escuelas. Trujillo
se paró y comenzó a despotricar contra
los racistas norteamericanos. Violento como era su temperamento, el dictador
dijo que tenía deseos de enviar un negro a Washington. Entonces quedó mirando,
fijamente, a un periodista de color negro y alma blanca, Arturo Industrioso,
quien cubría para El Caribe las actividades hípicas. Trujillo, subiendo el tono
de su voz aflautada para que el discreto periodista le oyera, le dijo al
canciller Herrera Báez que llamara “a consultas” al embajador dominicano ante
la Casa Blanca pero que antes se designara a Industrioso como primer secretario
de la misión y que al salir el jefe de ésta, convirtiera al reportero en
Encargado de Negocios. Pero ahí quedó todo. Al día siguiente, el canciller
Herrera Báez explicó al dictador que al país no le convenía, en esos momentos,
tener a su embajador fuera de Estados Unidos y que enemigos del régimen, con
influencia en el Congreso y en la misma Casa Blanca, podían interpretar el
movimiento como una burla. Trujillo, que de bobo no tenía un pelo, hizo caso a su canciller. Eso evitó que un hombre bueno como Industrioso se viera envuelto en
situaciones enojosas.
ESCRITO POR MARIO ALVAREZ -CUCHITO-
ESCRITO POR MARIO ALVAREZ -CUCHITO-
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