Manuel Díaz Aponte
Históricamente la
diplomacia siempre ha contado con el diálogo como uno de sus principales pilares
y soportes institucionales, lo que ha evitado en innumerables ocasiones la
ocurrencia de conflictos y también la solución de los mismos en diferentes
lugares del mundo.
Es un ejercicio
aconsejado por los más conspicuos pensadores de la diplomacia contemporánea
quienes advierten que cuando no se dialoga es mucho más difícil encontrar una
salida al conflicto presentado o en vía de ocurrir.
Henry Kissinger, uno de
los artífices en la modernización y ampliación de la diplomacia estadounidense
ilustra las vicisitudes que afrontó en el largo y tortuoso proceso de revisión
de las relaciones diplomáticas con la República
Popular China.
Actualmente, la
República Dominicana está viviendo una nueva etapa en sus relaciones
internacionales a partir de la actualización de los viejos esquemas migratorios
predominantes por décadas.
Es natural que esa
nueva política migratoria haya encontrado cuestionamientos entre la mayor masa
de inmigrantes hacia nuestro territorio, porque por primera vez el Estado
dominicano busca organizar un sistema migratorio acorde con los tiempos
actuales. Por demás, el país tiene todo el derecho de reorganizar el flujo
migratorio en su territorio amparado en sus leyes y esquemas institucionales
establecidos en nuestra Constitución.
Y estamos viviendo una
novedosa ofensiva diplomática aplicada por las autoridades a través del
Ministerio de Relaciones Exteriores.
El diseño de esta
estrategia comunicacional y diplomática fue conocida y analizada previamente
por el presidente Danilo Medina, quien reunió en el Palacio Nacional al
canciller Andrés Navarro García; el ministro Administrativo de la Presidencia,
José Ramón Peralta, el director general de Comunicación de la Presidencia,
Roberto Rodríguez Marchena y el director de Información, Análisis y
Programación Estratégica de la Presidencia, Ramón Tejeda Holguín.
Posteriormente, el
ministro de Relaciones Exteriores junto a varios funcionarios gubernamentales
reunidos en la Casa de Gobierno, explicó a representantes diplomáticos y de
organismos internacionales acreditados en el país, los alcances del Plan
Nacional de Regularización así como la nueva política migratoria.
Difusión Internacional
El periplo emprendido
por el ministro de Relaciones Exteriores de la República Dominicana, Andrés
Navarro García, para orientar sobre la nueva política migratoria del país es una
medida atinada, bien pensada y oportuna.
En ese sentido, el
funcionario se ha reunido con diversos cancilleres y funcionarios diplomáticos
de Washington; El Vaticano, Bruselas y Panamá.
Ante la oleada de
críticas presentadas, muchas de ellas sin sentido y con propósitos
inconfesables, es lógico que las autoridades dominicanas decidieran emprender
una ofensiva diplomática a nivel mundial para orientar directamente a
gobiernos, entidades de la sociedad civil y organismos internacionales los
alcances de la Ley169-14 y el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros.
Algunos han
cuestionados las razones por las que el Gobierno tardó tiempo para proceder con
esta diligente acción en el ámbito diplomático. No obstante, hay que precisar
que Navarro García fue designado por el Poder Ejecutivo como ministro de
Relaciones Exteriores el 15 de septiembre del pasado año, es decir, que solo tiene diez meses en el cargo.
Sin embargo, ha
realizado hasta el momento una labor encomiable y está demostrando en la práctica
que lo importante es la determinación y empeño por alcanzar buenos resultados
ante los retos que se nos presentan.
El canciller tiene una
actitud de un hombre educado, académico, reservado y muy prudente al momento de
abordar públicamente algún tema. Lo demostró recientemente cuando en la sede de
la Organización de Estados Americanos (OEA), en Washington, puso en su lugar al
embajador haitiano Bocchit Edmond con palabras firmes pero sin caer en ataques
personales.
Navarro García al
defender valientemente a la República Dominicana ante el Consejo Permanente de
la OEA, tildó de acto de difamación, mentiras e irrespeto total hacia la
República Dominicana los pronunciamientos que con anterioridad hiciera el
diplomático de Haití.
En gran medida parte
del contexto adverso en el plano internacional a las disposiciones migratorias
de las autoridades dominicanas, se debe a la insistente campaña de distorsión
promovida por representantes locales e internacionales de ONGs pro haitianas.
Esos sectores ni siquiera
han pensado en el daño que ocasionan a la imagen del país en el exterior, lo
que evidentemente podría afectar nuestra principal fuente de ingresos en
divisas.
Incluso, algunos hasta
aplaudieron la infeliz y nefasta exhortación del alcalde de Nueva York, Bill de
Blasio, quien sugirió un boicot contra el turismo dominicano por supuesta
práctica racista.
Recientemente, esos
mismos sectores hicieron coro con los pronunciamientos del representante de
Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, cuyo informe leído en rueda de prensa
carecía de datos concretos y verídicos lo que fue calificado por el director
general de la DICOM de la Presidencia, licenciado Roberto Rodríguez Marchena
como “un perfecto arroz con mango”.
Peor aún, algunas
personas entre ellas valiosos intelectuales que lucharon por siempre contra la
intervención e intromisión de la OEA en los asuntos internos de nuestros países
ahora piden abiertamente que envíe a sus representantes a “verificar” el
proceso de aplicación de nuestra política migratoria.
¿A caso se les ha
olvidado a esos sectores que fue la misma OEA quien respaldó y promovió la
intervención militar de Estados Unidos en el país en 1965, trayendo nada más y
nada menos que 42 mil marines para aplastar la lucha emancipadora y el retorno
a la constitucionalidad con un costo en pérdida humana de más de cinco mil
personas?
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