RAUL RIVERO – PERIODICO
EL MUNDO.
Juan Bosch, el
legendario escritor y político de Santo Domingo, publicó una mañana de 1937 en
su columna periodística del Listín Diario los versos de un jóven desconocido,
vecino del extrarradio de la ciudad caribeña de San Pedro de Macorís. El
columnista presentó los textos con este título inquietante y arriesgado: '¿Será
este muchacho el esperado poeta social dominicano?' Y lo era. Se llamaba 'Pedro
Mir' (1913-200) y estaba destinado darle, con sus poemas, identidad, definición
y belleza a la tierra donde nació.
Le faltaba, desde el
día de la publicación de aquellos versos, jornadas complicadas de tormentas
económicas, persecuciones políticas, exilios, fracasos, traiciones y miserias
humanas. Pedro Mir tenía talento y coraje pero carecía del deseo de ser ese
poeta social esperado. Quería ser un poeta simplemente. A ese empeño dedicó
toda su vida.
Se hizo abogado en la
Universidad Autónoma de Santo Domingo, en 1941, y puso un bufete. Al dictador
Leónidas Trujillo no le gustó la idea y el poeta tuvo que salir a toda
velocidad al exilio. Terminó en Cuba, envuelto en todas las conspiraciones para
liberar a Santo Domingo, mientras escribía el libro que la crítica considera su
obra maestra: 'Hay un país en el mundo'. Se publicó en México en 1955 y en
Santo Domingo en 1962.
Todavía en 1979, al
poeta, que llegó a editar una veintena de libros, le gustaba que sus amigos
leyeran en voz alta los versos de aquella colección que era una especie de
retrato interior de su país y de la gente que lo habita. Lo recuerdo en el
apartamento que compartía con su esposa Carmen y sus tres hijos sorprendido y
feliz porque, en la calle, muchos dominicanos, se sabían sus versos de memoria,
los recitaban sus alumnos de la universidad, sus viejos amigos y hasta los que
lo admiraban en la distancia para no quemarse con sus posiciones políticas,
siempre un poco más a la izquierda de la frontera de la corrección política.
En esas tertulias y en
el hecho de que sus poemas se recordaran como se recuerdan los boleros y las
bachatas, debía de estar toda la recompensa que necesitaba Mir para volver a
escribir y para creer que con eso era suficiente para un poeta antillano.
Esta semana se reeditó
en su país la única novela que escribió cuando amaban las tierras comuneras,
publicada en 1978. Se ha dicho que es para recordarlo en el 15º aniversario de
su muerte y tiene que ser verdad. Aunque desde allá me ha escrito Alfonso
Quiñones para decirme que es porque lo necesitan.
Aquí están los primeros
versos del poema más importante de Pedro Mir:
"Hay un país en el
mundo/colocado/en el mismo trayecto del sol Oriundo de la noche. Colocado/ en un
inverosímil archipiélago de azúcar y de alcohol./ Sencillamente/ liviano/ como
un ala de murciélago/ apoyado en la brisa./ Sencillamente/ claro,/ como el
rastro del beso en la solteronas antiguas o el día en los tejados".
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