Estamos viviendo en
medio de una peligrosa espiral de asaltos y robos que ponen en evidencia el
fuerte descalabro de la seguridad ciudadana y la irrefrenable expansión de la
delincuencia.
En los primeros meses
de este año se han reportado ofi cialmente casi dos mil atracos y robos en
residencias y empresas, y no hay indicaciones de que esta tendencia haya
aminorado.
Las imágenes captadas
por cámaras de seguridad en distintos ambientes han permitido conocer las
múltiples formas que emplean los delincuentes para sustraer y hasta matar a sus
víctimas, casi todas realizadas por personas que parecen tener la sangre fría y
el control del miedo y, sobre todo, destreza y experiencia.
Si no fuera por el
auxilio que brinda esta tecnología, muy en uso en negocios, residencias y ahora
en calles y avenidas, estos atracos y homicidios quedarían en la impunidad.
Las cámaras han
permitido a las autoridades identifi - car a delincuentes, registrar modalidades
novedosas del quehacer criminal y reconstruir episodios que ayudan a encontrar
pistas y complicidades.
Pero en la medida en
que por redes sociales se difunden imágenes en vivo de estos episodios, en esa
medida vemos refl ejar la situación de inseguridad en que nos encontramos y el
alto nivel de operatividad de los delincuentes.
No hay dudas de que
vivimos en medio de una epidemia de asaltos.
Y que las autoridades,
por sí solas, no tienen toda la capacidad para enfrentarlos o evitarlos, sino
que se requiere de mayor uso de tecnología, como la de las cámaras de
seguridad, sistemas de alarma para protección de vehículos, hogares y empresas,
por lo que estas tecnologías deben ser favorecidas con precios adecuados para
que se masifi que su uso.
El sistema 9.1.1
también ha hecho una buena parte de la contribución porque a través de sus
cámaras se verifi can transgresiones en el tránsito, ataques a personas y se
logra, en algunos casos, dar seguimiento electrónico a sospechosos de incurrir
en delitos.
La ciudadanía tiene que
seguir cooperando, como lo ha hecho en las redes sociales, para poner al
desnudo esta realidad de peligro en que estamos inmersos, y la justicia también
debe de corresponder, con mano dura, al imperio de un sistema sin impunidades ni
indulgencias perniciosas frente a los delincuentes.
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