El debate nuevamente se
ha puesto sobre la mesa en diversos sectores de la sociedad dominicana, y esta
vez parece que existe una tendencia generalizada de que los salarios que
perciben la mayoría de los trabajadores tanto en el sector público como privado
son muy reducidos si se compara con los niveles inflacionarios.
Ya no se trata de una
interpretación proveniente de las filas del área sindical, sino que incluso las
propias autoridades encabezadas por el presidente de la República, licenciado
Danilo Medina, han reconocido la imperiosa necesidad de reajustar los salarios
para que la población adquiera capacidad de compras de los bienes y servicios
ofertados en un mercado cada vez más complejo y competitivo.
“Con RD$5,000 qué es lo
que se puede vivir, con RD$6,000, RD$7,000 y RD$8,000 pesos no hay vida. Lo que
queremos es que ustedes tengan ingresos permanentes para que superen la pobreza
y no se las transfieran a sus hijos en el futuro”, expuso el mandatario en un
encuentro reciente con productores de la Asociación de Desarrollo Agrícola y
Servicios Múltiples (ADASEMU) y de la Cooperativa La Estrella.
Si la gente no recibe
el dinero suficiente para adquirir los productos esenciales para la
subsistencia, ¿cómo podemos pensar que habrá desarrollo en una nación cada más
desigual?
Ciertamente que los más
beneficiados de un aumento de la capacidad de compras entre la ciudadanía
serian los empresarios, porque son los que generan y venden bienes de consumo
en el país. Entonces, no se entiende la actitud de la cúpula empresarial,
especialmente de directivos del Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP)
y de la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE), que sistemáticamente
manifiestan oposición a que sean reajustados los sueldos en el país.
Todavía hay sectores
empresariales que creen que con cinco mil pesos mensuales una familia en la
República Dominicana puede pagar una vivienda, enviar sus hijos a la escuela y
comprar productos en los centros de expendios. ¡Qué barbaridad!
El costo medio de la
canasta básica mensual en el país es actualmente de RD$25,729, según
estimaciones del Banco Central.
La propia entidad
bancaria ha venido analizando las razones de los niveles de pobreza que
persisten entre la población de menores ingresos en el país, llegando a
concluir que un factor preponderante son los bajos salarios de los
trabajadores.
Incluso, en un estudio
sobre los ingresos percibidos por los trabajadores del sector informal en la
República Dominicana, concluye en que son más elevados que los que reciben
aquellos que laboran en el área formal.
El Banco Central
precisa que República Dominicana fue el único país en una muestra de 17
naciones de América Latina que registró en los últimos doce años (2000-2012),
una tasa de crecimiento anual promedio negativa en el salario mínimo real.
Plantea que los
trabajadores técnicos del nivel medio; empleados de oficina, trabajadores de
los servicios, operarios, artesanos, conductores y trabajadores no calificados,
devengan en promedio ingresos por hora más elevados en el sector informal y en
muchos casos trabajan menos horas que los empleados formales.
Estas reflexiones son
muy importantes y oportunas a la vez, puesto que por décadas el sector sindical
había sido la única voz en defensa de aumentos de sueldos entre los
trabajadores dominicanos.
Para algunos, era una
“necedad” de Rafael–Pepe-Abreu,
presidente del Consejo Nacional de la Unidad Sindical, defender con
tanta vehemencia la suerte de los trabajadores.
Actualmente, Abreu
plantea que los salarios deben ser subidos en una proporción equivalente a un
30% debido a la inflación prevaleciente.
Entiendo que los
empresarios deben comprender que vivimos en el siglo 21, una época de entera
competencia, creatividad y que requiere del esfuerzo colectivo para sacar a
flote cualquier iniciativa de inversión.
Sin la participación
integral de los patronos y trabajadores ninguna empresa puede alcanzar el
éxito, por lo que debemos comprender que el componente salarial no es un gasto,
por el contrario, se trata de una inversión social en la redistribución de la
riqueza con sentido humano.
En efecto, ¿cuántas
empresas han fracasado por la actitud mezquina de sus propietarios de no
reconocer el valor intrínseco y fundamental que representan sus trabajadores?
La armonización laboral
empieza por entender que ambos enclaves, es decir, empresarios y trabajadores
son necesarios en la escala social de la productividad en cualquier parte del
mundo.
Todavía hay patronos
que se niegan a pagar los derechos adquiridos de sus trabajadores, inclusive
hasta sus prestaciones laborales.
Si en la República
Dominicana aspiramos a superar los dolorosos cuadros de pobreza existentes
tenemos que comenzar a pagar salarios dignos a los obreros y trabajadores para
que éstos a la vez se conviertan en consumidores de los productos esenciales.
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