POR SERGIO CEDEÑO.
Recientemente participé
en la puesta en circulación de la tesis de grado de Don José Hazim Azar, quien
se recibió como Dr. en derecho en 1942, en la entonces Universidad de Santo
Domingo, hoy UASD. El trabajo de tesis presentado por Don José Hazim Azar se
tituló: “Las Relaciones del Estado Dominicano con la Santa Sede y la Iglesia
Católica”.
El acto se fue
efectuado en el auditórium de la Universidad Central del Este, como parte de
los homenajes que tributados a ese distinguido munícipe, por celebrarse este
año el centenario de su nacimiento.
Don José Hazim fue un
ser excepcional, con una visión a largo plazo y una comprensión social
envidiable, lo que le permitió interpretar y tomar el pulso de su ciudad y
construir la Universidad Central del Este y hacer realidad numerosos proyectos
para su amado San Pedro de Macorís.
La puesta en
circulación de la tesis fue un acto hermoso y lleno de emociones. Sin embargo,
para mí la parte más resaltantes fue cuando el Dr. Mario Carbuccia, compañero
de ejercicio durante muchos años de Don José Hazim Azar, narró algunas de sus
vivencias al lado de tan ilustre ciudadano.
Dijo Don Mario, que en
una ocasión Don José Hazim fue despedido como presidente de una compañía y que
luego, los ejecutivos de la misma lo buscaron a él en su calidad de abogado,
para resolver un conflicto que tenían.
Don Mario no quería
asumir el trabajo y fue a consultar a su compañero de oficina, ya que no se
atrevía a tomar un caso a las gentes que habían cancelado a Don José Hazim.
Narra el ilustre jurisconsulto, que cuando se acercó al segundo piso de la casa
de los caracoles, donde siempre vivió Don José, éste le dijo que tomara el caso
y ayudara a sus antiguos jefes.
“Quedé sorprendido
porque no había rencor en aquel hombre y al contrario recomendaba ayudar a
quienes lo habían destituido”, resalta Don Mario. Para a seguidas señalar: “Don
José notó mi asombro y me dijo: “En la vida hay que aprender a perdonar y
olvidar”.
Y a seguidas, resaltó
Don Mario. “José Hazim me indicó en la ocasión, que el perdón sin olvido no es
perdón. Fue una gran lección de vida la que recibí con ese caso”.
Muchas veces he
escuchado a distintas personas decir, yo perdono pero no olvido. El tema es
centro de grandes debates filosóficos. ¿Se debe olvidar, al perdonar? Algunos
dicen que sí, otros dicen que no.
Es un debate en el que
nunca habrá acuerdos. La pregunta que me hago siempre, y es lo valioso del
recuerdo traído a la actualidad por Don Mario Carbuccia: ¿Es posible perdonar,
sin olvidar?
Creo que sí. Perdonar
es un acto de liberación. El odio y los deseos de venganza consumen al ser
humano en la ira y el rencor. El que vive lleno de odios sufre permanentemente
y recordar el agravio te llena de dudas sobre la opción de perdonar.
Al igual que Don José
Hazim, creo que el verdadero perdón debe ir acompañado del olvido. ¡Para qué
vivir lleno de amarguras, cuando la vida es tan corta y merece ser vivida a
plenitud! Estoy de acuerdo con don José Hazim Azar, hay que aprender a perdonar
y a olvidar, de lo contrario, nuestras vidas serán un infierno de amarguras,
iras, rencores, odios y rabias.
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