AUTOR SERGIO CEDEÑO.
Una noche de octubre del año 1910 le llegó la alarma. Gastón había visto
que su cuerpo se llenaba de llagas parecidas a las que le habían salido a su
hermano Rafael.
Tenía miedo de consultar un medico, pero estaba seguro de que la lepra
había aparecido en su cuerpo. Las llagas eran exactamente igual a las de Rafael
y los síntomas que ahora sentía, eran iguales a los que describía su adorado
hermano cuando comenzó a sufrir la enfermedad.
Aquella noche, en presencia de cuatro de los amigos que participaban en
las tertulias, Gastón habló con tristeza:-"He estudiado cuanto se ha
escrito sobre posibles curas de esta enfermedad. Seguiré buscando en todas las
bibliotecas del mundo que esté a mi alcance, pero pueden ustedes estar seguros,
amigos míos, de que el día que me convenza que ese mal no tiene remedio, yo
Gastón Deligne, el poeta Deligne, no dará lastima"-.
A partir de ese momento, Gastón se aisló aun más. Salía muy poco de la
casa. La enfermedad se hizo de dominio público y algunos por envidia y otros
por vulgar ignorancia, comenzaron a llamarlo "el podrido". Su
sensibilidad de exquisito poeta no resistió la ofensa y decidió que había
llegado el tiempo de no dar lastimas en las calles. -"Nadie se burlaría de
mi",afirmó.
Exhausto, deprimido, aguijoneado del dolor espiritual y físico que
representaba el mal que lo aquejaba, Gastón inició el año de 1913 desvalido de
esperanzas y con rituales de muerte.
Se volvió más huraño. Era un fantasma en su propia casa porque no se
dejaba ver ni de sus más cercanos amigos. -"Ya no es posible seguir
viviendo"-, exclamaba una y otra vez.
Recogió todos los poemas que le había escrito a su amor oculto e
imposible, porque Paquita Castañer, la pianista catalana, estaba casada y él
jamás osaría declararle su amor. Además, ¿quién conquistaría a una mujer, con
el cuerpo lleno de llagas purulentas? Una a una fue rompiendo y quemando dos
volúmenes de cartas y poemas de amor que nunca llegaron a su destinataria.
Aquel viernes, Gastón se sentía solo y abandonado. El día lo pasó tirado
en una mecedora, con la mirada distante, los brazos colgados y un profundo
vacío que le comprimía el pecho.
-Estoy mal, muy mal- se dijo. Durmió poco esa noche. El sábado 18 de
enero, como todos los eneros, las mañanas eran frías. Pero ese sábado, además
de hacer mucho frío, el día amaneció pintado de gris. Negros tachones en el
cielo, no solo anunciaban lluvias, presagiaban algo más.
CONTINUARA.
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