jueves, 26 de enero de 2012

HACIA EL REINO DE LA VULGARIDAD.
POR MIGUEL GUERERO.

Lo peor que pudiera estar pasando en la radio nacional, lo mismo que en la televisión, no es que personas de experiencia y conocida competencia profesional corrompan las formas, recurriendo sin necesidad a frases y expresiones descompuestas en medio de discusiones que parecen peleas callejeras.

Lo triste del caso es que  esa práctica se esté convirtiendo en un modelo, en el paradigma de la comunicación electrónica, y que profesionales de otras áreas que enriquecen con su conocimiento el tratamiento de temas relacionados con sus especialidades estén transitando por el mismo sendero.
Recuerdo la impresión que me produjo hace dos años, escuchar en un programa de salud dirigido por especialistas, expresiones fuera de tono que jamás sospeché que podían darse en un espacio de tanta calidad y altura como ese.

No me podía imaginar vocablos menos apropiados para un espacio de categoría como el que escuché pronunciar en aquella oportunidad en los segundos finales del programa. Un espacio que, a excepción de ese momento, había sido y afortunadamente continúa siendo un ejemplo de  buen gusto y comedimiento.

Lo malo se pega, dice un refrán y pudiera ser que eso esté ocurriendo en la programación radial y televisiva. Hay quienes afirman que eso es lo que le gusta al público y lo que hace populares a los programas y verdaderas celebridades a quienes forman parte de ellos.

No dudo que sea cierto y es posible, como ha ocurrido con  muchos buenos compositores nuestros de música popular, que cansados de incursionar  sin éxito en el campo de la buena música optaran luego por lo banal para alcanzar la fama y la adoración que trae consigo.

 Aferrado a la vieja escuela en la que me formé, entiendo, sin embargo, que  los aplausos que se obtienen por esa ruta necesariamente no aseguran el respeto que un buen ejercicio obtiene. Por supuesto, cada quien es su propio límite.

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