POR MIGUEL GUERERO.
Lo peor que pudiera estar pasando en la radio
nacional, lo mismo que en la televisión, no es que personas de experiencia y
conocida competencia profesional corrompan las formas, recurriendo sin
necesidad a frases y expresiones descompuestas en medio de discusiones que
parecen peleas callejeras.
Lo triste del caso es que esa práctica se esté convirtiendo en un
modelo, en el paradigma de la comunicación electrónica, y que profesionales de
otras áreas que enriquecen con su conocimiento el tratamiento de temas
relacionados con sus especialidades estén transitando por el mismo sendero.
Recuerdo la impresión que me produjo hace dos
años, escuchar en un programa de salud dirigido por especialistas, expresiones
fuera de tono que jamás sospeché que podían darse en un espacio de tanta
calidad y altura como ese.
No me podía imaginar vocablos menos apropiados
para un espacio de categoría como el que escuché pronunciar en aquella
oportunidad en los segundos finales del programa. Un espacio que, a excepción
de ese momento, había sido y afortunadamente continúa siendo un ejemplo de buen gusto y comedimiento.
Lo malo se pega, dice un refrán y pudiera ser que
eso esté ocurriendo en la programación radial y televisiva. Hay quienes afirman
que eso es lo que le gusta al público y lo que hace populares a los programas y
verdaderas celebridades a quienes forman parte de ellos.
No dudo que sea cierto y es posible, como ha
ocurrido con muchos buenos compositores
nuestros de música popular, que cansados de incursionar sin éxito en el campo de la buena música
optaran luego por lo banal para alcanzar la fama y la adoración que trae
consigo.
Aferrado a
la vieja escuela en la que me formé, entiendo, sin embargo, que los aplausos que se obtienen por esa ruta
necesariamente no aseguran el respeto que un buen ejercicio obtiene. Por
supuesto, cada quien es su propio límite.
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