Escrito por: CLAUDIO ACOSTA (c.acosta@hoy.com.do)
CEMENTERIOS.- Los nuevos tiempos siempre traen cambios, pero no todos esos cambios son,necesariamente, para bien. Tome usted el caso, por ejemplo, de la “moda” de enterrar al son de reguetón y otros ritmos urbanos, acompañados de disparos al aire y la abundante ingesta de alcohol y drogas, a narcotraficantes, pandilleros y jóvenes que simplemente ofrendaron sus vidas a la violencia que domina la realidad de muchos de nuestros barrios, excluidos del festín del progreso nacional.
Esas celebraciones, porque de eso trata, a menudo degeneran en tragedia, como el joven de Santiago que hace unos días murió de un balazo en medio de un tiroteo que se produjo en el entierro de un microtraficante cuando la Policía “intervino” para poner orden en el desorden. Sume usted a eso el hecho de que nuestros cementerios, otrora apacibles refugios para el descanso eterno de nuestros fieles difuntos, han devenido en espacios hostiles y violentos, tierra de nadie donde impera la delincuencia, el saqueo y el irrespeto, situación a la que debemos la macabra costumbre de destrozar a martillazos, en medio del dolor y el espanto de familiares y dolientes, los ataúdes, para evitar que los vandalicen.
Cómo, cuándo y por qué llegamos hasta ese punto? ¿De quién es la culpa? Es obvio que la desidia de las autoridades municipales, que han desertado olímpicamente de su obligación de cuidar y ofrecer adecuado mantenimiento a los cementerios, encabezan el listado de culpables, pero a continuación seguimos los ciudadanos, pues nos ha faltado firmeza para exigirle a esas autoridades que cumplan con las responsabilidades para las cuales fueron electas
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