ANGEL DIAZ GIL.
Je 7, 23-28: Aquí está
la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios.
Sal 94: Ojalá escuchen
hoy la voz del Señor: “No endurezcan su corazón”.
Lc 11, 14-23: El que no
está conmigo está contra mí.
¿Qué difícil es
escuchar? Cuanto más si se trata de la voz del Señor, ya que esta implica un
comprometerse y seguir su enseñanza.
El profeta Jeremías
denuncia al pueblo que no escucha la voz del Señor para seguir sus propios
designios violentando la Alianza. Por eso el salmista tiene un deseo profundo
de que el pueblo escuche nuevamente la voz del Señor y vuelva arrepentido hacia
aquél que le ha protegido.
En diversas ocasiones
de nuestra vida tenemos un comportamiento similar al del pueblo de Israel:
seguimos nuestros instintos, deseos y razonamientos, y nos olvidamos de la voz
de Dios que nos habla al corazón.
Debemos poner atención
a la voz de Dios que quiere conducirnos por sus caminos para llevarnos a la
libertad plena.
Que el Señor nos
conceda la gracia de escucharle atentamente no sólo con nuestros oídos, sino
también con el corazón.
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