Será la demostración más
pertinente e incuestionable de la “caribeñidad”, auténtica y desde sus raíces,
del arte dominicano en persona y en obra. Fuente externa
POR MARIANNE DE
TOLENTINO
Adolfo Nadal Walcot
había casi desaparecido de la contemporaneidad visual dominicana, y, ahora,
gracias a Renaud Anselin y Eddy Guzmán, a una exposición en la Quinta Dominica,
a una publicación imponente, él vuelve a surgir como el intérprete mayor del Caribe
profundo, mensajero nato de un legado oriundo de la esclavitud africana, a
través de la metamorfosis real-maravillosa de las artes, la gráfica y la
narrativa.
Cuando tenemos
en nuestras manos el libro “Nadal Walcot, espejo del Caribe”, disfrutamos emotivamente
la obra original de un otrora “niño que nació en un central azucarero”, aquella
autoría entre textos que reproducen facsimilarmente una caligrafía mayúscula
–en sentido propio y figurado– e imágenes fascinantes que nos van devolviendo,
página tras página, el más caribeño de los repertorios iconográficos
dominicanos.
Luego, el
volumen no se limita a la expresión “manuscrita” de Nadal Walcot, incluye
ensayos excelentes, empezando por la introducción, afectiva y definitoria, del
editor Eddy Guzmán, seguidos por el fundamental ensayo histórico-antropológico
del investigador José A. Martí, y el brillante análisis crítico del historiador
del arte Danilo de los Santos, siendo los tres escritos apasionados y
apasionantes.
Lo que es ya un
muy hermoso libro de arte, hecho con clase… y manejable, se convierte en un
cuerpo bibliográfico para la consulta y el estudio. La impresión es óptima; el
blanco y negro demuestra su intensa riqueza cromática entre luminosidad,
contraste y ritmos embriagadores.
Hay una excepción
a color, inteligente como todo lo demás: los documentos del estado-civil… de la
estirpe británico-cocola, expedida por los escribanos de Su Majestad, que abren
el paso a un contenido formidable.
Ahora bien,
respecto a una exposición, perfecta y sencillamente montada, que debe visitarse
dos veces, la Quinta Dominica, gracias a su experto dueño y gestor, Renaud
Anselin, tan generoso como discreto, se engalana, entre dibujos y serigrafías,
de una pequeña gran muestra del inmenso caudal de imágenes que creó Nadal
Walcot.
El centro
cultural, excepcionalmente accesible en nuestra perturbada Ciudad Colonial,
celebra así su décimo aniversario, con un tributo y una presentación que no
podían corresponder mejor a su identidad, sus muros pluriseculares y su actualidad
artística.
Adolfo Nadal
Walcot, espejo y realidad. Adolfo Nadal Walcot, a quien descubrimos ahora como
narrador muy especial, es un artista inmenso, pese al carácter relativamente
privado de su producción –aunque él ha expuesto muchas veces en Santo Domingo y
en el exterior–.
FUENTE PERIODICO HOY
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