lunes, 18 de noviembre de 2013

LOS HAITIANOS NO AGRADECERÁN NUNCA ESA SOLIDARIDAD. PRIMERA ENTREGA.

MANUEL DÍAZ APONTE                                                  
No cabe duda de que la República Dominicana está compelida a llevar hasta las últimas consecuencias su firme y soberana decisión de regular el sistema migratorio nacional, como expresión de soberanía y dignidad como nación. No importa la reacción de los haitianos que viven aquí o los que están en Haití, es nuestro derecho como país y punto.  
Entiendo correcta la ofensiva diplomática impulsada por el Gobierno ante diversas instancias internacionales que están requiriendo informaciones más directas relacionadas a la histórica y definitiva Sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional (TC) que establece una nueva normativa en el sistema de regulación migratoria. 
El presidente Danilo Medina ha recibido en su despacho del Palacio Nacional a embajadores de varios países acreditados en el país; representantes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de la Unión Europea y Congresistas de Estados Unidos a quienes ha explicado detalladamente el contenido de la disposición oficial. Simultáneamente, ha enviado comisiones gubernamentales a Estados Unidos, Venezuela y Cuba. 
La pasada semana, el ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo, encabezó una delegación integrada por José Ramón Fadul, ministro de Interior y Policía; César Pina Toribio, consultor jurídico del Poder Ejecutivo; Miguel Mejía, ministro sin Cartera y Roberto Rosario Márquez, presidente de la Junta Central Electoral, quienes se reunieron en Caracas y La Habana con funcionarios de alto nivel para explicarles aspectos de la política migratoria dominicana. 
Muy atinada la decisión del Gobierno de enviar esos funcionarios a orientar directamente a nuestros aliados internacionales sobre el contenido y propósito de las medidas migratorias, cuyo propósito ha sido distorsionado maliciosamente por la diplomacia haitiana que busca a toda costa una sanción de los organismos internacionales contra la República Dominicana. 
Los haitianos olvidan la tradicional manifestación de solidaridad de los dominicanos hacia ese empobrecido territorio; en algunos momentos nos hemos quitado el pan de la boca para dárselo a esos vecinos malagradecidos.
Parece que su propósito es que también le entreguemos el territorio de la República Dominicana. ¡Qué barbaros! En realidad, la soberanía de una nación no se negocia ni se regala. Los haitianos tienen que buscar su propia alternativa de supervivencia pero en su territorio. 
Hay que impedir que los centros de maternidad del país sean abarrotados de haitianas que cruzan la frontera sin documentación y que cientos de niños sin ningún papel de identidad sean aceptados en las escuelas de la región fronteriza. Exagerada solidaridad, que al final es pisoteada por los propios beneficiarios. 
CONTINUARA

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