Los problemas que marcaron la decadencia de Puerto Plata como uno de los
polos turísticos más promisorios del país comenzaron chiquititos. Acoso a los
turistas y arrabalización del entorno hotelero evolucionaron a gran
escala a fuerza de haber sido desatendidos. Después de la declinación, es mucho
lo que han tenido que hacer los inversionistas y el Gobierno para tratar de
restaurar el esplendor de aquel enclave ubicado en nuestra costa
atlántica. Falta mucho por lograr todavía.
En Guayacanes y Juan Dolio han comenzado a surgir problemas
similares, La delincuencia crece y el arrabal está tendiendo su cerco en torno
al esplendoroso desarrollo inmobiliario que se ha concentrado allí. El caos en
materia de registro inmobiliario se suma a la amenaza que ya preocupa bastante
a los inversionistas, actuales y potenciales. No hay, por el momento, indicio
alguno de que la autoridad tenga en planes hacerle frente a la situación.
Respetando diferencias, en Guayacanes y Juan Dolio podría ocurrir algo
similar que en Puerto Plata, si las autoridades no asumen pronto la
responsabilidad de contener la creciente delincuencia y la
arrabalización, así como transparentar el registro inmobiliario.
Los inversionistas de la zona ya están bastante preocupados. Sería una
afrenta que repitamos en Guayacanes y Juan Dolio la experiencia de Puerto
Plata.
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