domingo, 2 de diciembre de 2012

MENSAJE DEL PADRE ANGEL DIAZ.

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO C.
PADRE ANGEL DIAZ GIL.

Jer 33,14-16: Suscitaré a David un vástago legítimo
Sal 24: A ti, Señor, levanto mi alma
1Tes 3,12–4,2: Que el Señor les fortalezca internamente, para cuando vuelva Jesús
Lc 21,25-28.34-36: Se acerca su liberación

Este primer domingo de Adviento sirve de puente entre el tiempo Ordinario y el tiempo de Adviento. 

La lectura del libro de Jeremías nos sitúa en el tiempo inmediatamente posterior a la destrucción de Jerusalén en el año 587 a.C. Jeremías dirige su palabra profética a su pueblo para decirle que Dios no los ha abandonado. 

El salmo expresará que esa esperanza no quedará defraudada.
El Nuevo Testamento supone claramente que el rey esperado del Antiguo Testamento es Jesús, pero abre la puerta a una espera en el esperado, hacia el final de los tiempos, cuando se manifieste su gloria. 

Por eso en la carta de los Tesalonicenses, Pablo exhorta a la comunidad a mantenerse fieles a Jesús y a prepararse para su segunda venida.

De ahí la invitación de Lucas a la fidelidad y a la vigilancia para mantenerse en pie (fieles) ante el Hijo del Hombre.

El discurso de Jesús es apocalíptico y adaptado a la cultura de su tiempo, y nosotros tenemos que releer esas señales de la naturaleza en la historia, que es el lugar en que el Espíritu se manifiesta. 

La segunda venida del Señor revelará la historia en sí misma. La verdad que estaba oculta aparecerá a plena luz. 

En nosotros existe la angustia, el miedo y el espanto, no causados por “las señales en el sol, la luna y las estrellas”. Nuestras angustias e inseguridades están causadas más bien por las crisis económicas, por los conflictos sociales, por el abuso del poder, por la falta de pan y trabajo, por la frustración ante de tantas estructuras injustas, que solo podrán ser removidas por el paso del amor de Dios y su justicia en el corazón del ser humano.

El mensaje de Jesús no nos evita los problemas y la inseguridad, pero nos enseña cómo afrontarlos. 

El discípulo de Jesús tiene las mismas causas de angustia que el no creyente; pero ser cristiano consiste en una actitud y en una reacción diferente: lo propio de la esperanza que mantiene nuestra fe en las promesas del Dios liberador y que nos permite descubrir el paso de ese Dios en el drama de la historia. 

La actitud de vigilancia a que nos lleva el Adviento es estar alerta a descubrir el “Cristo que viene” en las situaciones actuales, y a afrontarlas como proceso necesario de una liberación total que pasa por la cruz.

Pidamos al Señor que al comenzar este nuevo Adviento acoja nuestras limitaciones y temores, y derrame su Espíritu en nosotros, para que renazcamos a una esperanza nueva.

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