AUTOR SERGIO CEDEÑO.
Una tarde, cuando me disponía a botar la basura de la casa, Gastón
recibió la noticia. Lo que quedaba de su hermano Rafael acababa de morir. Recordó
con tristeza los versos del salmo 133:1 que tanto le gustaba leerle: "Qué
bueno es, y qué agradable, que los hermanos convivan en armonía”.
Ya no podría verlo más como hacía cada mañana. -"Descansa en paz
hermano mío,- le escuché decir en voz baja, cuando el cuerpo de Rafael era
depositado en su ultima morada. Luego recitó un poema que le escribió, del cual
apena recuerdo aquellos versos que decían: "porque hizo presa en su carne,
horrorizada dolencia.... Ya has cavado hondo surco, ve a dormir labrador".
El regreso del cementerio fue muy triste. El grupo de amigos que le
acompañaba, llegó donde residía Gastón y allí permanecieron conversando hasta
largas horas de la noche. Los amigos veían el rostro deprimido del poeta y no
querían dejarlo solo en su dolor y amargura. Para mi fue una noche terrible.
Varias veces tuve que ir a pie bien distante, para comprar café, algo de
alcohol y cigarrillos, porque eso sí, Gastón fumaba mucho.
Transcurrió un largo tiempo en que la pluma del maestro permaneció
enmudecida por el dolor. Escribir era su verdadero oficio y en la medida que el
desconsuelo menguaba, vi renacer en él al escritor que llevaba fundido con su
ser. Volvió a escribir, esa era su pasión, además, escribir constituía una
forma de ahogar sus congojas.
Muchas veces vi llegar presuroso a Federico Bermúdez, quien coordinaba
las renovadas tertulias. Cada noche un grupo de selectos poetas, literatos,
abogados y artistas se reunían para escuchar al maestro y exponerles sus
trabajos.
Concluidas las jornadas literarias, Gastón volvía a refugiarse en la
soledad.
En esos momentos de absoluta soledad, escribía poesías de amor que nadie
conocía. Los amigos tenían algunas pifias, pero ignoraban por completo a qué
mujer Gastón le escribía en secreto. Yo lo sabía porque un día, sin querer,
escuché a Evangelina Rodríguez y a Rafael, hablar del tema. Ciertamente, Gastón
moría por aquella hermosa mujer catalana llamada Paquita Castañer, que tocaba
el piano con dedos de musa inspirada. Todos los días escribía,
poemas y algunas cartas de amor sin que nadie viera su contenido.
CONTINUARA.
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