AUTOR SERGIO CEDEÑO.
GASTÓN DELIGNE es un prócer nacional. El mejor poeta de todos los
tiempos de la República Dominicana. Su cuerpo descansa en el Panteón Nacional.
Desde muy joven hasta su muerte, vivió en San Pedro de Macorís. El 18 de enero
del 1913 se cumple un centenario de su muerte. En homenaje a este
extraordinario hombre, escribí el siguiente cuento histórico titulado Venga la
muerte. Espero sus comentarios.
VENGA LA MUERTE.
Cuando Rafael Deligne recibió el diagnostico médico que lo declaraba
enfermo de lepra mutilante, su hermano Gastón quiso morirse. La enfermedad era
incurable y quienes la padecían, aislados y estigmatizados socialmente. Gastón
se dijo asimismo, que jamás conviviría con un padecimiento tan horrible.
Prefería cualquier desenlace en su vida, antes que ver su cuerpo horadado por
permanentes surcos purulentos.
Desde el primer día, Gastón se negó a que Rafael fuera recluido en el
leprocomio de San Lázaro. En su niñez, vivieron a poca distancia de ese
espantoso lugar, y sabían que aquello era un almacén de almas rotas y cuerpos
destrozados, donde la tristeza, el dolor y la soledad acompañaban siempre a los
enfermos.
Alquiló una casa para alojarlo, poco después de presenciar cómo se le
caía un brazo, podrido por la enfermedad. La escena fue horripilante. El brazo
yacía en el suelo, mugriento y calcinado por las llagas. La angustia, la
impotencia y las lágrimas, se apoderaron de los presentes.
Aquella última noche en que Rafael permaneció en la casa de su madre,
Gastón volvió a dormir con él. Quería que sintiera su calor solidario. En la
madrugada, al amparo de la oscuridad, realizaron la mudanza. Apenas una cama,
una mesa, una silla de ruedas, una vasinilla, una cubeta de aluminio, un juego
de cubiertos, dos platos, dos vasos, dos tasas, algunas prendas interiores, una
silla de guano y sabanas blancas, integraban todos los ajuares. Lo recuerdo
bien porque yo personalmente hice la mudanza.
- Aquí estarás cómodo-, le dijo Gastón a Rafael, al dejarlo instalado en
su nuevo hogar. -Vendré todos los días a visitarte y he coordinado con
Evangelina Rodríguez quien diariamente te bañará y curará.-
Rafael sonrió levemente, y su diminuto cuerpo, consumido por la
enfermedad, se escondió en la silla de ruedas, como se esconde un molusco en el
caracol. Al abandonar aquella casa, Gastón se detuvo en la puerta de entrada y
tras de sí, dejó un letrero con su inequívoca decisión:"No se aceptan
visitas".
CONTINUARA.
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