lunes, 26 de noviembre de 2012

DIAS TERRIBLES DE LOS DELIGNE.

DEL LIBRO: ETERNA COMPAÑERA.
 AUTOR SERGIO CEDEÑO.

Lo observé alejarse cabizbajo. Dejaba solo a su amigo del alma, a su adorado hermano; poeta como él, amantes profundos los dos de la literatura y cómplices de numerosas veladas literarias en el Macorís del Mar que los acogió.

Arrastraba los pies al caminar. Me pareció una eternidad, el tiempo que duró en recorrer las pocas calles que lo separaba de la casa, en la que vivía junto a su madre.

Mientras caminaba, Gastón recordó los tiempos de miseria que vivió en Santo Domingo. Recordó a la madre lavando ropas por encargo y él y Rafael distribuyéndolas en el vecindario. Dormían en el suelo y sus camas no eran de guata o colcha espuma, sino duras y curtidas pieles de cerdos. La indigencia los arropaba y el futuro era incierto.

Días terribles- Pensaba Gastón- Días en que el hambre los arrinconaba en un estrecho lugar de la casucha donde vivían . Solo un milagro podría salvarlos, les decía constantemente su madre. Y a los 7 años, Gastón vio llegar ese milagro en las manos bondadosas del padre Billini quien los adopta.

Al amparo del santo cura, los Deligne se alfabetizan, se hacen bachilleres y aprenden un oficio. Allí en el colegio San Luis Gonzaga, conocen a Luis Arturo Bermúdez, amigo que los ayudaría posteriormente a instalarse en San Pedro de Macorís, cuando abandonaron la capital en un bergantín, debido a la crisis económica y política que allí se vivía. Eso se lo escuché decir muchas veces a doña Angela Figueroa, la progenitora de Gastón y Rafael.

La madre lo esperaba con el café recién colado y la cara compungida. -Cómo quedó Rafael?- , le preguntó, apenas entró Gastón.

Él tomó la tasa, bebió un sorbo y respondió con desgano, mientras se sentaba. -Quedó tranquilo, mamá. No sé cómo Rafael resiste esa enfermedad. Yo quiero decirte mamá, que si llegó a enfermarme de lepra, jamás permitiré que me vean morir por pedazos- concluyó ante una madre que corría a abrazarlo y le susurraba: -"No digas eso hijo. Dios es soberano y el sabe lo que hace"-.

Fueron duros aquellos años en que Gastón vio a su hermano desmembrarse hasta no quedar más que el tronco sin equilibrio, de aquel cuerpo lacerado. Yo fui testigo de excepción. En varias ocasiones vi dedos que rodaban por el suelo y Evangelina Rodríguez presurosa haciendo hoyos en el patio de la casa para enterrarlos.

Las depresiones eran constantes y el drama personal insoportable. El maestro, porque así le llamaban los poetas que iban a su casa, se sumerge como nunca en la lectura, buscando una vía de escape a su drama personal. Lee mucho. Lee y traduce al español textos literario del francés, ingles, italiano, latín, griego y alemán. Todo un poliglota, todo un erudito, pensaba yo.

                                               CONTINUARA.

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